jueves, 5 de mayo de 2016

Caballeros del Vino

Caballeros del Vino
Román Cantarero Sánchez
La Asociación de Destiladores y Rectificadores de Alcoholes y Aguardientes Vínicos (ADEVIN) ha dado un homenaje, tardío, aunque más que merecido a Román Cantarero Sánchez. Un caballero del vino y quizá representante de una generación que se nos escapa entre los dedos, digno ejemplo de lo que es el trabajo bien hecho. También se homenajeó a otro caballero del vino, Manuel García de la Cruz, en un acto que se celebró el 29 de abril en el Casino de Madrid.
Y cuando me lo han comentado me han venido muchos recuerdos a la cabeza, y quiero, humildemente, desde El Correo del Vino, hacer mi pequeño homenaje a esta gente abnegada a la que yo siempre he querido llamar así: caballeros del vino, ya que su modo de trabajo, su dedicación era y es algo digno de alabanza.

Y los recuerdos me vienen desde mi niñez y juventud. Tengan en cuenta que si El Correo del vino, en aquellos tiempos “El Boletín de Albandea”, nació en 1947, Román Cantarero empezó con su bodega en 1945, son, por tanto, prácticamente coetáneos. Y en mi niñez, en mi casa, Decir Román Cantarero, los Cantareros, era decir algo grande. Esta gente dedicaba su vida íntegramente a su trabajo, no había ni días ni horas y si ocurría algo en el vino de importancia, el teléfono de mi casa, con Román al habla, para comentar con mi padre, igual sonaba a las 6 de la mañana, a las 10 de la noche o a las tres de la mañana, daba igual.
Es gente, ya que no hay que hablar en pasado, de palabra, era cuando los contratos se hacían como recordatorio, ya que la palabra valía más que el papel firmado.
Pasa el tiempo y recuerdo, casi aún con nervios, que cuando me incorporé a trabajar con mi padre una de las primeras cosas que me mandó fue ir a Tarancón a llevarle unas muestras a Román Cantarero, apenas contaba 18 años y para mí era el no va más, con vergüenza y nervios me presenté y el trato, aún lo recuerdo, fue cariñoso, familiar y exquisito.

Viene todo esto y lo he querido contar aunque sean cosas personales, por querer expresar lo que esta gente era y es, gente seria, trabajadora donde los haya, formales, cabales, rectas en su comportamiento y actitud. No es hacer la pelota, si no les aseguro que no lo diría, es lo que realmente pienso ya que me he criado, desde siempre, rodeado de esta gente, cuando menos  digna de admirar.
Y las circunstancias, créanme, eran diferentes y más difíciles, lo que hoy es una información instantánea, antes era difícil, la comunicación por teléfono, larga y difícil, a base de conferencias que no te daban nunca. Correos, era lo más común, pero tardaba días y días. Recuerdo que mi padre enviaba decenas de telegramas a gente como Román Cantarero, cuando había una helada o sucedía algo extraordinario, como medio más rápido de comunicación.

Entonces el mercado del vino estaba en manos de gente así, gente para la que el trabajo y el negocio era lo primero, no había horas. Y esto se traducía en un éxito merecido, ganado a pulso, y se convertían en espejo del sector donde se miraban muchos bodegueros, muchos compradores. Y si Román salía a comprar, el vino, de momento, subía,  no solo por la cantidad que podía comprar que siempre era grande, también era porque la gente decía: Si los Cantareros compran, por algo será, y rápidamente todo el mundo se ponía en compras. Por el contrario los elaboradores decían que si Cantarero compraba algo debía de pasar y reducían ofertas y ventas, lo que hacía subir el vino. Eran, como digo, el espejo del mercado

Pasado este tiempo, y al abrir la alcoholera, aunque seguía con los vinos. Ya lo he dicho muchas veces, se convirtieron en muleta para sostener el mercado. Siempre lo decía mi padre, el mercado se apoya y sustenta por dos muletas, la del estado y la de las alcoholeras, y era cierto. Entonces Román Cantarero se transformaba, con otras pocas alcoholeras, en muleta del mercado, donde si no cabía en la bodega el vino, se llevaba a la alcoholera y luego se hacían cuentas, pero el problema se solucionaba. Si una tinaja se iba un poco de volátil, la alcoholera solucionaba el problema y si hacía falta dinero para pagar vendimia o uvas, ahí estaba la alcoholera para echarte una mano, adelantando el dinero de los orujos o las lías.

Por tanto este homenaje que se le ha dado, no es que fuera merecido, es que era necesario, es el reconocimiento de un sector entero a una vida dedicada al completo al vino, ya que me consta, por sus hijos, dignos continuadores, que cuando Don Román, cuenta ya con más de ochenta años, sigue viviendo por y para el vino y es que lo llevan en la sangre.  Por lo tanto, tanto El Correo del Vino que dirijo, como personalmente, sirva este artículo como unión a tan merecido homenaje.


Termino esta quizá larga exposición, créanme que podría escribir mucho más sobre esta gente a la cual admiro desde siempre, gente que ya no se da, y que no son únicos, esto que les digo, quizá en su más famoso exponente como es Don Román Cantarero, se daba por numerosísimos puntos de España entera, era y es gente diferente, admirable por su abnegación y trabajo, por su seriedad y compromiso, era gente enamorada que vivía y vive por y para el vino, eran, sin duda y con mayúsculas LOS CABALLEROS DEL VINO.

Javier Sánchez-Migallón Royo

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