viernes, 24 de junio de 2016

Una idea subvencionable. El viñedo de bajo rendimiento


Nunca he sido muy amigo de las subvenciones, parto de esta base. Aunque a veces son necesarias, sobre todo si se quiere mantener algo que es importante y necesario
El otro día leía que se subvenciona los olivares viejos de bajo rendimiento. Los olivares plantados en pendiente. De ahí me vino la idea. ¿Por qué no pedir subvenciones para el viñedo viejo de bajo rendimiento, con el fin de poderlo conservar? ¿Cuantos viñedos centenarios nos quedan en España?
Para conservar este viñedo solo veo dos opciones viables, una es esta, el apoyo por parte de la administración. Otra es que los propietarios sean los mismos bodegueros que elaboran el vino y no miran el coste y sí la calidad. Por desgracia en manos del agricultor es prácticamente inviable por no sacarle el rendimiento necesario para poder subsistir y le merece la pena arrancarlo y poner nuevo, en espaldera, con regadío, etc. Quizá de momento también se mantienen algunos por haber llegado a un acuerdo o entendimiento entre el agricultor y el bodeguero para comprarle esa uva a un precio por encima del normal del mercado y que le merezca la pena mantenerlo. En el resto de los casos estos viñedos se están perdiendo.


Y esto, el perder los viñedos viejos, es irrecuperable, una cepa que se arranca de cien años es irrecuperable, habría que esperar otros cien para poderla tener de nuevo. La esencia de esa viña traspasada a una botella de vino, tampoco la volveremos a recuperar.
Hay quien dice, y estudios hay también que un viñedo en espaldera, bien cuidado, con unos rendimientos que no sean exagerados, con una masa foliar grande y buena exposición al sol, no tiene por qué dar peor uva que una cepa vieja. Puede ser, no voy a poner en duda estudios de gente más entendida que yo. Pero el encanto de estas cepas retorcidas por los años, y la seguridad de que, estudios aparte, esa  cepa nos da unos kilos de esencia centenaria encerrada en forma de racimo y que se traspasa a ese vino, es irrefutable.
Por tanto, desde la administración, creo que la más cercana, la autonómica, que puede estar más interesada que si nos vamos a la fría Europa, se podía subvencionar en forma de una ayuda por kilo o por cepa al agricultor, con el compromiso de mantenerla. Precedentes tenemos en el olivar, no sé si en otro tipo de cultivos, pero nuestras viejas viñas, se podrían tratar como un bien escaso, natural y merecedor de conservación, eso no cabe duda.
El guante queda lanzado, espero que lo cojan desde la administración, sindicatos o agrupaciones profesionales, creo sinceramente, que merece la pena su estudio

Manzanares. 20 de junio de 2016

viernes, 17 de junio de 2016

LO CONFIESO: ESTOY HARTO


Hoy día, las nuevas tecnologías ayudan en muchos casos, pero dan un arma a cualquiera para que pueda libremente disparar por doquier, aunque no tengan ni la formación, ni el criterio ni la experiencia suficiente para intentar dar lecciones a quien ni las pide ni las quieren en esto del vino
Te das una vuelta por la red y no tardas en descubrir, niñitos que se creen que saben todo sobre el vino y se atreven a dar catas sin catar el vino, simplemente insultando a todo aquel que no opina como ellos. El vino es lo que ellos dicen y todos, el resto del mundo, está equivocado, lo demás no vale, y te inunda la sospecha, catando los vinos “fenomenales que pregonan” que el interés económico está tras la crítica y tras la alabanza, corrompidos y encima insultando. Algún día hablaré más a fondo de estos niñatos, que hoy no toca.

Afloran por miles las crónicas de restaurantes, de platos, escritas, muchas, por gente que no tiene ni idea y que pretende emular a grandes maestros de la restauración, de la cata  no solo de vinos, de la cocina, desde la más sencilla a la más sofisticada y lees cada crónica que te quedas de piedra. Esos escritores gastronómicos que, creo que nunca han comido en un buen restaurante, pero se atreven a criticarlo.
Estos críticos de pacotilla, estos “expertos” que juegan a criticar, que van de modernos y que, aun así, si logran que los sigan, no se dan cuenta del daño que pueden hacer, que juegan con el pan no de un restaurante, sino de muchas familias, que lo hacen sin conocimiento ni la sapiencia suficiente para poder hacerlo.
Estoy harto de leer a diario a tantos y tantos que hablan de los vinos, con lenguajes complicados, esnobistas que son los dados a sacar aromas y sabores, que al no saberlos ni ellos mismos, proponen unos nombres y unas excentricidades imposibles, ridículas, unos aromas que la mayoría de nosotros, los comunes mortales, ni hemos olido ni creo que muchos lo olamos en toda nuestra vida, y sin embargo osan calificar así a un vino.
Me da risas algunas cartas de vinos de restaurantes, amoldadas a unos trasnochados gustos, desordenadas, repetitivas, manoseadas por el tiempo y sin información suficiente, con reiteraciones obsoletas y ninguna novedad, sin apertura ni a los vinos ni a nada que pueda sonar a nuevo, sin riesgo chispa ni gracia.
Cada día desprecio más a estos gurús del vino, que han conseguido que muchos vinos tengan que ser iguales para merecer ser puntuados, que un tempranillo de Cuenca deba ser como uno de Rioja, de Valladolid o de Granada, que exigen una tipificación, una adaptación a sus gustos. Cómo dijo el periodista argentino Alkejandro Maglione  “El vino habla en castellano o francés, no en inglés, en inglés, el wiski”
Y sin embargo cada día disfruto más de excelentes artículos que te brinda la red, de gente de calidad contrastada, gente con experiencia, gente, como hace poco Peñin, que sabía reconocer que con su experiencia aún se equivocaba, y aún era capaz de estremecerse por un buen vino, de jóvenes también, deseosos de aprender, con un lenguaje claro y directo.

Y disfruto, cada día más, de poder catar esos vinos nuevos, esos “experimentos” de valientes enólogos que no se quieren ceñir al “Inglés” y que hacen verdaderas delicias, nuevas, frescas, sorprendentes. Y ante una copa de estos buenos vinos, me alegro y disfruto pensando en la suerte que tenemos de tener tantas bodegas, tantos vinos distribuidos por toda nuestra geografía, y saber que aún nos aguardan sorpresas, ilusiones y poder probar vinos espectaculares aunque no tengan espectaculares puntos. Que yo bebo vino, no puntos.

viernes, 10 de junio de 2016

El estatus social del vino ha subido


En apenas unos años el estatus social que tenía el vino ha subido enormemente, cosa que nos debe de agradar, el vino ha pasado, en la mayoría de los casos y sitios, de ser la bebida barata del pobre, del borrachín, a ser una bebida clasista, de élite y publicitada en todos sitios como bebida de los grandes momentos de la vida.
Confieso que la idea de este artículo me vino a raíz de leer la semana pasada el estupendo artículo de nuestro asiduo colaborador, Jose Luis Martínez. Al leerlo le di la razón y pensé en tratar el tema.
Efectivamente, hace unos años ¿Quine bebía el vino?, en los pueblos el vino s vendía en bares, pero también en esas tabernas, la de la escoba colgada en la puerta señalando que ahí se vendía vino, se daba en vasos de caña de cerveza y del jarro de barro que se rellenaba de la garrafa de arroba que se compraba directamente en bodega, a un precio barato, muy barato. Ese era el gran consumo de vino en la geografía española y era, por llamarlo de alguna manera, la bebida de los pobres. Si en películas españolas salía alguien de clase bebiendo, salía el brandy o el wiski, nunca el vino.
Ahora si nos fijamos, y más en las películas extranjeras que en las españolas, cuando se llega a casa después de la jornada de trabajo, en muchos casos lo que se pone es una copa de vino, curiosamente blanco la mayoría de las veces si la película es norte americana.
Cuando se quiere representar algo de lujo, con categoría, elegante, en la mesa o en la mano del modelo o de la modelo, siempre hay una copa de vino, en los anuncios.
También curiosamente la mayoría de las veces que sale la copa de vino y alguien la coge, lo hace mal, cogiéndola con la mano de la copa en lugar del tallo. Si vemos la propaganda de un restaurante, siempre veremos una botella de vino en la mesa  y en cualquier comida que se precie un poco, el vino es protagonista de la mesa en los restaurantes, no solo eso, suele, además, ser tema central de conversación, de comentarios, sobre sus excelencias, maridaje y vuelve a ser protagonista.
Con todo esto quiero decir que el nivel de ver el vino ha subido socialmente y se ha colocado en los niveles más altos. La consideración y valoración de una copa de vino ha pasado, en la mayoría de los casos, de ser denostada a ser sinónimo de cultura, de saber beber y de elegancia
Es verdad que en este ascenso, en este camino hemos perdido muchos consumidores, también por la introducción de otras bebidas que todos conocemos. También es cierto que hay una partida de vino “barato” que se utiliza para los calimochos y bebidas consideradas más baratas, que no están tan bien vistas, es cierto.
Luego tenemos derivados del vino, como la sangría, el tinto de verano, que aunque sean baratos no están mal vistos socialmente. Realmente hoy día lo pero visto y es en muy poca cantidad, es el cartón de vino, cuando y solo cuando, lo bebe una persona, principalmente que está en la calle. ¿Cuántos de estos se ven a diario? La verdad es que no muchos.
Por esto podemos decir que el consumo de vino ha pasado de estar mal visto, a ser, siempre que se haga con moderación, un acto social, no elitista, que tampoco lo es, pero si bien visto en todos sitios y cada vez, por eso mismo, más y más gente se interesa por él.
Creo que este tema, interesante, se debería de estudiar, desarrollar y sobre todo aprovechar mucho más, por el sector del vino español

Manzanares, 7 de junio de 2016

jueves, 2 de junio de 2016

Y en 90 días, vendimiando


Hace un par de años, por estas fechas ya escribí un artículo con similar titular. No es que me repita, no lo pretendo al menos, pero si es verdad que cuando llegan estas fechas es bueno recordarlo, recopilar datos y poner en aviso, ya que la vendimia está más cerca de lo que parece
Muchas uvas ya se habrán recogido en 90 días, estaremos a primeros de septiembre y la suerte, más o menos, ya estará echada. Y es ahora cuando hay que comenzar a mirar y seguir el campo, si, como primer objetivo el campo, vigilar enfermedades, controlar estrés hídrico, ver si conviene o no, dar un riego de apoyo, donde se pueda, si alguna tormenta nos puede dañar, o si vendrá o no la beneficiosa lluvia caída del cielo en el momento oportuno, cuando empieza el envero, cuando se encuentra en el estado óptimo de maduración para llevar el fruto, que ahora comienza la floración, ya hecho, a la bodega.

Y hay que ir preparando bodega, poniendo maquinaria a punto, limpiando tinas, depósitos, tinajas, piletas y los instrumentales precisos, laboratorios a punto y… a elaborar…

Ahora, ya lo comentaba la pasada semana, rumores, cantidades de cosecha, si el verano le afecta o no le afecta, si habrá más o menos, si tendremos más o menos excedentes también, y comenzar a pensar en el desarrollo de la campaña en función de todo esto lo que puede dar de sí o no, si hay que comprar o esperar, si hay que vender ahora o esperar mejores tiempos…

Y el precio de la uva, importante tema que no tardará en saltar a la palestra, cuando hace dos años escribía el artículo que les comentaba al principio les comentaba que ya era hora de pagar por calidad y dejarnos de grado exclusivamente. Ni era la primera vez que lo decía, ni esta será la última, seguro, sin embargo si hay ya cooperativas y bodegas particulares firmemente decididas a pagar por diferentes pará metros de calidad, creo que esta vendimia será la de su implantación, aunque no de generalización, pero es un camino de no retorno, se tardará un poco más o menos, pero el pago de uva por calidad es una realidad que se impondrá en el mercado, por fin. Pero aparte de esto, que me produce gran alegría, tendremos que tener un precio base, un precio de salida, influido sin duda por dos extremo: Cantidad de cosecha y precio del vino al comienzo de vendimias, esto último no lo termino de comprender, ya que el precio del vino en una campaña no tiene por qué coincidir con la siguiente ya que si venimos de una campaña corta y nos adentramos en una grande, pongo por ejemplo, el precio es normal que no sea igual, y que este varíe igual si fuera al contrario, pero no cabe duda que siempre influye , no es lo mismo poner el precio de la uva si el vino está a tres euros hectógrado, que si está a dos.

Nos queda, por tanto por delante tres meses interesantes, en los que se implantan los cimientos de los siguientes doce meses de campaña. Y es que en noventa días, estamos vendimiando…