viernes, 23 de octubre de 2015

Precios en hectógrados ¿Qué y por qué es eso?

A muchos de ustedes les extrañará que ponga este título; todos, en España, sabemos lo que es el precio en hectógrados, pero… ¿y en otros países?
Escribo este artículo porque El Correo del Vino, al tener repercusión internacional, es leído en diversos países. La semana pasada les comentaba los precios del vino en hectógrados, tal y como solemos expresarlo en España, pero desde Argentina me llegó una pregunta: ¿qué era eso de los precios en hectogrados y cómo se hacía la cuenta en el vino?
Pocos días después, un agricultor pasó por mi despacho a preguntarme por qué en la uva le habían descontado precio por tener su uva glucónico y otros parámetros.
Ambos hechos me hicieron reflexionar. Los dos casos, aunque diferentes, me llevan a una misma conclusión; deberíamos comenzar a comprar y vender por calidad, no por grado.
Empezando por la uva, este año ha habido bodegas en las que los parámetros considerados a la hora de liquidar las uvas no se han centrado sólo en el grado; se ha tenido en cuenta además del grado, el glucónico, el nivel fermentativo y la acidez. Es decir, han comenzado a pagar la uva en función del conjunto de aspectos que interesan para que el vino sea mejor, no solamente por el grado.
En España aún hablamos, y en esto nos incluimos todos, en pesetas a la hora de comprar uva o vino. Y compramos y pagamos por grado.
¿Quién se cree hoy día que un buen vino se basa en su graduación alcohólica? Nadie, ni dentro ni fuera de España. Entonces, ¿por qué se da el extraño caso de que pueda valer mucho más un litro de mal vino de catorce grados, que uno buenísimo vino 11 grados?
Sencillamente no tiene sentido. Pienso que esto data de cuando la mayoría de graneles se hacían para ser destilados, en los que el grado era fundamental, y no tanto la calidad. Cuando yo comencé en esto, con mi padre, hace ya años, recuerdo que las cosechas se daban no sólo en cantidad de uva; se daban los “absolutos”, es decir, el conjunto de grados alcohólicos elaborados. También es cierto que la conservación de los vinos dependía de su mayor graduación. Hoy el alcohol es un conservante natural, pero no decisivo, por los avances tecnológicos que tenemos.
Por lo tanto, vuelvo a proponer que los vinos se paguen por calidad, y que el grado sea solamente un parámetro más a evaluar a la hora de comprar o vender un vino. Pero que se tenga más en cuenta la calidad en conjunto, como en los tintos donde se evalúa también, por ejemplo, el color que tienen.
En la uva estoy seguro que se va a imponer, de hecho este año ya ha habido bodegas que lo han hecho, otras que lo han probado para implantarlo el año próximo. Y si la uva se paga por calidad, es lógico también que el producto resultante, el vino, igualmente se pague por la calidad que tiene y no por el grado. Además tendremos un lenguaje más internacional a la hora de comercializar nuestros vinos.


 
Javier Sánchez-Migallón 
Javier Sánchez-Migallón
Director Ediciones Albandea y El Correo del Vino

sábado, 17 de octubre de 2015

Lavando capachillos

“Hasta que no se termina la vendimia, no se lavan los capachillos”, eso reza el famoso dicho. Pues bien, ya se están lavando en casi toda España.

Otra posibilidad, difícil de evaluar siendo ecuánime, es la posibilidad de que el precio del vino suba. Y decimos lo de ecuánime, ya que si deseáramos subir el precio, el sector exportador e industrial opinaría lo contrario. La misma reacción obtendríamos de elaboradores y agricultores, en caso de que deseáramos que subiera el precio. Por eso decimos que es difícil. Por tanto, en lo que a precios se refiere, será preferible que reine la moderación y el equilibrio. Es cierto que el vino puede tener un cierto recorrido al alza, pero tenemos que ser prudentes, los mercados internacionales no admiten, hoy por hoy, vinos a 5 o 6 euros Hº. Es cierto que desde que empezó la vendimia, un poco antes quizá, el vino ha subido, tanto el blanco, como el tinto. También es cierto que la cosecha ya casi podemos asegurar que será similar o algo inferior a la anterior, lo que nos sitúa en el guarismo de fácil comercialización y subida de precios.
Podemos empezar con el balance de campaña e irnos más allá de nuestras fronteras para ver cómo se puede desarrollar ésta en España.
Italia estima unos 49 millones de hl., con lo que se colocaría este año como la mayor productora mundial. El segundo puesto lo ocupará Francia, con unos 45-46 millones y el tercero España, con, según últimos datos del Ministerio, 40-41 millones.
Crecen Italia y Francia y baja España. Lo que puede tener diferentes resultados, según se mire. Podemos no tener excesivos problemas de comercialización, pero a su vez nuestros competidores directos tendrán mayor volumen, por tanto nos comprarán menos y, además, pueden hacernos daño en la exportaciones a otros países, comunitarios o terceros.
Italia sabe moverse y el Sr. Zonin, presidente de l´Unione Italiana Vini, está aprovechando los acuerdos de países del Pacifico para el libre comercio. Pretendiendo que se eliminen los aranceles a los IG italianos en esa zona. Así como en USA. Los periódicos italianos se han hecho un gran eco de todo esto, este fin de semana. También comentan que sus vinos cumplen los parámetros analíticos en todo lo que manda la OIV. No sabemos si porque les han descubierto algo, o bien apuntando a que otros países no lo cumplen.
Francia tiene en estos momentos más caros sus vinos, como casi siempre. Por tanto, si sus exportaciones son como acostumbran, es probable que nos compren vino. En Francia los precios “oficiales” cerraron en septiembre con cotizaciones de 6,12 euros/hgdo para el vino blanco de mesa; 5,51 euros para el vino tinto; 7,47 para el blanco con IGP y 6,98 para el tinto con IGP.
Una campaña que se presenta interesante y bonita para todos, sin que nadie vea como uno de los problemas la comercialización, que no es poco. Y si la incógnita es que los vinos puedan subir más o menos, tampoco es excesivamente malo, si, como antes les indicaba, reina la moderación

sábado, 10 de octubre de 2015

¿Desde qué edad nos gusta el vino?


Muchos de ustedes se habrán dado cuenta: cuando se es joven, a la mayoría no les gusta el vino; luego, les encanta.

Pongo mi ejemplo, por no hablar de otros. En mi casa, siempre ha habido una botella de vino en la mesa a la hora de comer y cenar. Siempre, en la familia, hemos estado íntimamente ligados al mundo del vino y su cultura; en mi casa siempre se ha consumido vino. Incluso recuerdo cómo, cuando yo era pequeño, mi padre me mandaba al bar de al lado a por vino con una botella vacía, si por alguna razón faltaba en casa.
Era una casa donde se vivía del vino, se hablaba bien del vino y se promocionaba el vino. Sin embargo, he de reconocer que de joven, no me gustaba el vino, y lo intentaba, ya que lo tenía a mano, pero casi hasta los 30 años, esto no cambió.
Hoy me sucede todo lo contrario, no comprendo cómo puede haber gente a la que no le guste el vino. En mi mesa, por supuesto, en cada comida hay una botella de vino en la mesa, de la cual, como antes me pasaba a mí, mis hijos no beben. Hacen lo mismo que hacía yo: lo prueban a menudo, pero no les termina de convencer. Y eso que cuando doy catas por la zona se suelen venir, porque les gusta el mundo del vino y la cata, pero luego, aparte de alguna vez que les digo probad este o ese vino, no lo suelen beber. Sin embargo, el mayor sí me pide ya alguna botella de vino para llevarla a su piso de estudiante y beberla con los amigos; comienza a gustarle el vino.
Para saber si era un caso singular, o algo más generalizado, he preguntado a amigos y conocidos, consumidores habituales de vino, y, en esta pequeña muestra, en más del 90% de los casos les pasaba lo mismo. Entre los 18 y 25 años a ni uno solo le gustaba el vino, de ahí para arriba empezaba a gustar, y en el tramo de más de 28-30 años, hay una gran afición, cada vez mayor, por el vino, su mundo y variedad.
Escribo esto a modo de reflexión, por supuesto que habrá casos de más jóvenes que les guste el vino, como dicen “la excepción confirma la regla”, pero a una inmensa mayoría de nuestros jóvenes no les gusta el vino hasta que no cumplen una cierta edad. Por otra parte, no considero “gustar el vino” a lo que hacen con los cartones en el botellón, los calimochos, aunque quizá sea un inicio, pero me refiero al consumo, moderado y habitual en comidas, en casa, etc.
Desconozco el motivo, no sé si será por algo físico, o por algún otro motivo, que se pueda estudiar para saber el porqué de esto. Pero si se fijan suele ser habitual. Miren en bares, casas, consulten a amigos y ya verán.
Yo, ahora, cada vez que disfruto de una copa de buen vino, sinceramente, no me explico cómo tal maravilla pudo, durante un tiempo, no gustarme. Y no encuentro respuesta razonable.