viernes, 24 de abril de 2015

Echar la culpa a los demás


En estos últimos días salen múltiples comentarios, entrevista, artículos con los preparativos de la feria de vinos FENAVIN, multitud de entendidos y gente del vino son entrevistados para dar su opinión y comentar sus experiencias o ideas que tienen sobre el vino.
Veo varios comentarios negativos a la gente, al consumidor, y esto me ha llevado a pensar que quizá nos estemos mirando demasiado nuestro propio ombligo. Vemos la paja en ojo ajeno, creyéndonos en en posesión de la verdad, sin estudiar detenidamente el entorno, cuando, tal vez, los primeros culpables seamos nosotros mismos.
Hace falta educación, hay que enseñar, el consumidor necesita evolucionar. Perdemos consumidores a diario. Vemos que en el resto del mundo el consumo crece, que países como Dinamarca, Irlanda o Bélgica consumen más vino per cápita que nosotros.
Y para que el consumo no muera la educación es fundamental. Al igual que antes de regalar un libro hay que enseñar a leer al que vaya dirigido el regalo para no acabe adornando una librería o compensando la pata coja de una mesa. Pero no me refiero a enseñar en materia de doctorado, no. Hay que expresar las bondades: una bebida sana  que es cultura, tradición e historia; que sólo tiene que gustar a quien lo pruebe, no hay que ir más allá, es una bebida agradable y alimento natural de la dieta mediterránea.
Sin embargo, en muchas de las etiquetas de esos vinos nos empeñamos en describir colores, aromas y sabores, cuando el común de los mortales, a la hora de probar ese vino puede hacer normalmente dos cosas: bebérselo sin hacerle caso para decir si le gusta o no; o bebérselo, mientras lee las descripciones sin sacar el aroma a monte bajo, ni el sabor a cuero viejo. Palabras que le suelen producir una sonrisa o el desencanto por el vino. Y es que en lugar de allanar, muchas veces parece que le ponemos piedras en las ruedas a la gente para que no avance.
Nos empeñamos en decirles, en dirigirles hacia lo que está bueno o no está bueno y parece que si un vino es fácil de beber y gusta, es que no es un entendido. Volvemos a echar la culpa a los demás. Si le gusta ese vino, ese es y no otro el que hay que proporcionarle. Una cerveza es menos complicada, por decirlo de alguna manera, y estando fresquita y teniendo un sabor agradable basta. Sin todas las complicaciones que tiene o queremos ponerle al vino.

 Volvamos a analizar los consumos y a los consumidores, ver qué vinos les gustan. Tenemos la gran suerte de poder hacer de todos: vinos contundentes, tintos con crianza, cuerpo y graduación, vinos jóvenes, afrutados, de baja graduación alcohólica. Ahora está muy de moda en el mundo entero los espumosos. ¿No creen que un buen espumoso, fresco, sin excesiva graduación, le puede hacer la competencia a la cerveza? Yo sinceramente creo que sí. Pero aquí parece que seguimos empeñados en utilizarlo para la Navidad o alguna otras celebración.
Analicemos al consumidor sin culparlo. Debemos ver qué le gusta y ofrecérselo. Ese, sin duda, es el camino.
 Javier Sánchez Migallon Royo. 24/04/2015



Estos artículo que escribo admiten comentarios en la página web de el correo del vino. Desde hoy pondremos algunos de ellos, y les animo a comentarlo a todos para saber lo que opinamos de ellos.
¨ Es una opinión compartida, de hecho llevo diciendo eso mismo desde hace varios años. La cerveza vende momentos, el futbol, la playa, la sed.... el vino el producto, en la mayoría de los casos de forma sesuda y absurda, en muchos casos roza el elitismo, en muchos vinos que no deben serlo. Para muchos jóvenes enfrentarse a una botella de vino es casi como el examen de selectividad...la viña, la fruta, la madera de este o aquel tostado u origen, que si los puntos, que si el enólogo...ahora encima seguimos con lo bio, ecológico, la luna y el sol, venga hombre, que se trata de acompañar una comida, cena o ver la tele...entre otras cosas.
¨ Los productores de vinos espumosos han hecho anuncios para convencer al consumidor que es producto para Navidad, como el turrón…
¨ Pues si... Al lado de personal serio y entendido (seguramente no tantos) hay mucha tontunez de snob y al final uno se tira para atrás a la hora de pedir un vino, porque te da miedo quedar como un patán si no sabes cuál marida exactamente con los canutillos de salmón marinado rellenos de mousse de queso de Cabrales en cesta crujiente que te has pedido de segundo. Ante la duda... el 99 %: otra cerveza... y como empiecen también con la cerveza con que si las lager, que si las lambic, que si las porter, que si la maduración, que si el giste (oiga... que ya han pillao la linde algunos)... acabaremos la mayoría enganchaos al refresco de cola, que esos si se saben vender sin distinguir ni de calidades ni de matices y lo mismo da que te la tomes en China que en Chengdu que en Wichita y con una pierna de cabrito que con una chess-burger

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